Me impactan y encantan las canciones de Juan Luis Guerra tienen y contienen un efecto en mí que me impulsan a bailar y a soñar. Me adentran los sustanciales escritos del iluminado César Vallejo cuando hace de su artesanal gramática toda una poética fiesta dolorosa y pasional. Me identifico con las alucinantes visiones pictóricas de Edward Hopper y su aplastante originalidad. Me resulta gratificante y valioso leer y captar todo el variopinto talento narrativo de Claudia Piñeiro al revelarnos la profunda impronta de su exquisita sensibilidad. Me entusiasmaba ver cuando niño al evocar a mi padrino José Carlos Mantero Aris todo un personaje argentino siendo peruano, el ché, su cantar tanguero, su don de gente y el buen vestir tan característico en él. Me sumo a los eternos honores por el Caballero de los Mares don Miguel Grau Seminario, peruano ilustre, estratega eficaz ante lo adverso, incansable protagonista y activo heroísmo que se historia inmortal cuando entramos admirados en el respetuoso y extenso mar de Grau. Me inquietan los ebrios versares de Sabina y su contagiosa chispa, todo en él se poliniza y se adjetiva. Me intimida la tímida belleza inolvidable de la recordada Marilyn Monroe. Me posterga tanta genialidad y poderoso realismo de León Tolstoi. Me cambian los faros del horizonte imaginario cuando absorbo fascinado la escritura fabuladora de García Márquez. Me llevan desde Rosario hacia otras galaxias las canciones aventureras del pianísimo y deslumbrante Fito Páez. Me voy y ya regreso para que no se agote inesperadamente lo que va a continuar…