30 años de un seudónimo

Adán de Maríass: unos creen que es mi nombre verdadero, otros desconocen, y los más cercanos sí saben que mi verdadero nombre es Miguel Ángel Colán Ramos. Ya lo dijo la amable y distinguida escritora y amiga Mercedes Rodríguez Cervantes que soy un escritor muy detallista en cuanto a las fechas de todo lo que me ha ocurrido en tres décadas de estar sumergido en el microcosmo literario. Bajo y sobre ese seudónimo ha corrido mucha tinta como se dice. Aunque no me lo crean me siento más identificado con mi nombre de escritor. Es que amo y no me avergüenza publicar todo lo que escribo. Mi pudor, mi propia intimidad nunca se aleja, está entre líneas. No escribo para el aplausómetro, ni para que me entiendan. En principio escribo no solo porque tenga ganas, en mi concepto, escribir se incorpora orgánicamente a mi respiración, escribo como respirando, aunque muchas veces tosa demasiado, y no me salgan las frases, los párrafos como yo quiero. El mal tiempo (la sequía) dicen unos, y yo digo que las musas muchas veces no acudan a mi llamado, a pesar de mi reiterada insistencia al tocar el timbre, no me abren la puerta. Son treinta años de haber creado este seudónimo hoy 26 de agosto, y mis fieles compañeros son Internet y mis lectores, que sin ellos Adán de Maríass no existiría. Les agradezco la gentileza al leer y comentar mis textos, así me siento menos solitario. Soy acrofóbico desde niño, y trato de conversar con ese mismo niño que tiene unas ocurrencias de personaje dickensiano. En fin el tiempo siempre me está observando y camino a su ritmo, es inevitable, como inevitable es que me tenga que morir y solo Dios sabe si Adán de Maríass será siempre leído, es que suceden tantas cosas. Prefiero refugiarme en las melodías que siempre son buenas vecinas de mi mejor ánimo, donde me siento en estado de creación permanente. Así pasaron estos treinta años y donde ya dejó Adán de Maríass de estar entre paréntesis. Hoy asumo con firme convicción mi propio destino de escritor, y me siento muy feliz de poder crear para ustedes.

Anuncio publicitario

Historias naturales, entre la ferocidad, la ternura y el desasosiego

Todas las palabras y todas las imágenes de estos cinco cuentos que componen El matrimonio de los peces rojos de Guadalupe Nettel, están articuladas por un interesante mecanismo narrativo donde el lector se siente identificado, abordado por la asociación de analogías entre los animales y los seres humanos ya sea por la ferocidad, el aislamiento, la curiosidad, el desasosiego, los celos, las rupturas, las convivencias. A través de catorce años (tuvo en mente la autora el germen, los escenarios, los argumentos del libro) es el tiempo que van apareciendo, comunicándose, los personajes o protagonistas de estos cinco cuentos. El primer cuento que abre el libro transita desde el inicio con la muerte del pez rojo llamado Oblomov, y termina con la separación del personaje llamado Vincent y su esposa. Es un cuento espejo como dice la autora entre los peces Betta y un matrimonio. Y tiene tres frases que invitan a leer el  cuento completo «flotando como un pétalo de amapola en la superficie de un estanque», «y me asomé a la pecera como quien consulta un oráculo», «nuestra relación siguió su curso paulatino hacia la putrefacción». Ella (no tiene nombre en el cuento) lleva la voz narrativa, la que nos va contando el comienzo de su relación conyugal y su posterior derrumbe. Su hija Lila de apenas meses de edad, es quien observa todo al igual que Oblomov desde su pecera. El segundo cuento «Guerra en los basureros» tiene una atmósfera intimidante, es el profesor de biología quien nos va contando su niñez, el divorcio de sus padres y luego cuando es criado por la hermana mayor de su madre, la tía Claudine, quien le acondicionó un lugar en la azotea, entre la cocina y el cuarto de servicio. A mitad del cuento aparecen las cucarachas, y luego la posterior invasión de estos insectos en la casa. Tuvieron que aprender a convivir con ellas con una mezcla contradictoria de furia y ternura. Aquí encuentro frases concomitantes como: «—Si no la levantas y te deshaces de ella —me dijo, vendrán a buscarla sus parientes», «como hacían todos los hijos de padres divorciados a los que yo venía observando desde hacía tiempo en la escuela, con la misma curiosidad con que uno mira a las víctimas de una guerra civil». En el tercer cuento «Felina» nos habla sobre el tema de la maternidad, un paralelismo entre el embarazo de su gata Greta, y su propio embarazo que sucede cuando estaba terminando una licenciatura en historia, encuentro sexual con un compañero de la facultad llamado Ander. El alumbramiento de los seis gatitos de Greta y la pérdida del feto de la aplicada estudiante muestran el tema insoslayable de la vida y la muerte, del nacimiento y el vacío. En el cuarto cuento titulado «Hongos» que es narrado en primera persona al igual que los otros cuentos, y narrado por una voz femenina como en el primer y tercer cuento, nos cuenta del hongo que tuvo su madre en una uña del pie, y luego hace todo un recorrido visual y narrativo de su matrimonio y separación con Mauricio quien era director de la Escuela Nacional de Música, y ella una importante violinista. Hasta que se interrumpe por un acto de infidelidad con Philippe Laval un reconocido violinista y director musical quien estaba casado por más de dieciocho años con Catherine con quien tenía tres hijas mujeres, mientras ella no puede tener hijos con Mauricio. Un día los hongos aparecieron en su entrepierna y lejos de erradicarlos visitando a un ginecólogo dejó que vivieran allí. Una frase que está en este cuento: «Los parásitos —ahora lo sé— somos seres insatisfechos por naturaleza. Nunca son suficientes ni el alimento ni la atención que recibimos». En el último cuento que cierra el libro titulado «La serpiente de Beijín» es narrado por una voz masculina como en el segundo cuento del libro, donde leemos la historia de Michel Hersant (tiene el mismo nombre del padre) con su madre actriz y el padre un destacado dramaturgo quien destruye su matrimonio cometiendo adulterio (cuando hizo un viaje de cinco semanas a Beijín) con una menor de edad llamada Zhou Xun a quien luego nunca más volverá a ver, ni él tampoco regresará. Esta es la razón por la que compró una serpiente para ponerla en un terrario y observarla todos los días como esta hembra extrañaba a su macho.

Leer y respirar estos cinco cuentos es toda una aventura emocional y muchas veces uno se siente asociado a los temas incluidos en este libro. Escrito con un lenguaje sobrio, intrigante, solo las palabras necesarias que acompañen al lector para que la obra con el paso del tiempo siga creciendo mucho más.

 

 

 

 

O.V.N.I

Durante muchos años me resistí a contarlo. Por una simple razón: el temor a quedar en ridículo, que como persona pierda credibilidad, y siembre dudas o negativos juicios sobre mi comportamiento.

Hoy todo es distinto, ya estoy sumergido en las redes sociales, y no pretendo que me crean, ni que me lean, lo cuento como parte de una terapia personal, para sanear los laberínticos archivos de mi mente que siempre fue seducido por estos temas apasionantes y misteriosos de lo sobrenatural y extraterrenal.

La primera vez que vi un O.V.N.I., fue por el año de 1972. Tenía doce años, lo recuerdo como si nuevamente lo estuviera viendo ahora mismo, aunque de manera borrosa, pero lo veo, es que han pasado tantos años.

Las circunstancias en que lo vi fue cuando al salir de mi casa, en esa época los muchachos de mi generación jugábamos fútbol en plena calle, pero esa noche no hubo fútbol pero sí una experiencia que hasta el día de hoy no sé explicar. Añado que en esos años tenía la costumbre de mirar las estrellas, se me hizo un hábito, creo que porque estaba de moda la serie que daban por televisión ‘Los Invasores’. Al mirar hacia lo alto del cielo nocturno, lo vi, y lo primero que se me ocurrió preguntarme fue, ¿qué hace eso allá arriba?, para empezar me sentí como falto de distancia ante semejante experiencia, me fui a casa y me metí a la cama, me quedé dormido temprano, antes de la hora acostumbrada.

La segunda vez fue por el año de 1998, una noche en que vivíamos en una casa preciosa (muy amplia con dos jardines, uno afuera cuyo ventanal daba al comedor de la cocina, y otro dentro de la casa contigua a la sala) en el distrito de San Borja (aun vivía con mis padres y mis hermanas) yo vivía en el piso de arriba donde podía contemplar la calle, los autos pasar, las personas transitar, eso sí era un lugar tranquilo, precisamente la tranquilidad que necesito para escribir, esa noche terminé de cenar y antes de entrar a mi habitación, caminé un poco por ese patio como haciendo un poco de tiempo antes de ponerme a escribir nuevamente, y mientras miraba hacia la calle donde no habían personas transitando, todos en su casa, miré hacia arriba, ya les dije que tengo ese hábito, vi un O.V.N.I, me quedé impresionado, ya contaba con treintaiocho años de edad, no le quité la mirada, estaba con la mirada fija en ese O.V.N.I., lo primero que hice fue llamar a mi sobrino, a gritos, pensé que tenía que tener un testigo porque la primera vez estaba solo parado en la vereda, en plena calle, mirando ese objeto extraño, y no tenía la estatura mental para entenderlo, menos la consistencia emocional para aceptarlo. Ambos nos quedamos impresionados, mi sobrino bajó las escaleras, lo sentí asustado, yo me quedé allí mirándolo, desafiante, sin perder la perspectiva, cuando para mi sorpresa el O.V.N.I. fue viniendo hacia mí, no podía creerlo, esa es la sensación que tuve, si estaba tan arriba, su inusual velocidad me perturbó, lo único que hice fue correr hacia mi habitación. Esta experiencia no la olvidaré nunca.  Me pregunto, y me sigo preguntando ¿Por qué el O.V.N.I. vino hacia mí?, es una pregunta que sigue girando dentro de mi mente. Ahora pienso que me hubiera quedado quieto hasta ver las consecuencias,  pero era muy arriesgado.

Nunca he visto un círculo de Ovnis en el cielo, sino solamente un O.V.N.I. , de todas las cosas sobrenaturales que he pasado en mi vida hasta el día de hoy, añado estas.

La última ha sido este año, 2013, como a las nueve de la noche, venía de trabajar con mi primo, cuando regresábamos, a media cuadra para llegar a la esquina de la avenida Tacna con el jirón Moquegua, sentí que mi primo quien caminaba a mi lado me advertía de algo, y me señalaba hacia arriba, y por tercera vez vi un O.V.N.I. que daba la impresión de volar a  baja altura, por sobre las azoteas de los edificios colindantes, lo curioso es que me parece, nadie se dio por enterado, solo nosotros, tal vez por el bullicio del lugar donde estábamos, el ruido de los autos es terrible a esas horas, aceleramos el paso, para intentar ver hacia donde se iba, porque salió de nuestra visión por entre los edificios altos, Avanzamos cuadra y media pero ya no estaba, seguíamos mirando hacia arriba, pero ya había desaparecido. Antes de que mi primo se fuera a su casa, nos hicimos muchas preguntas, y las respuestas nunca estuvieron debajo de las preguntas, esos espacios en blanco hasta el día de hoy son una muestra de no poder explicar ni explicarme lo acontecido.

Con estas tres breves experiencias que tuve con la aparición de un O.V.N.I., vuelvo a reiterar que no pretendo que me crean, ni nada de lo escrito es falso, todo corresponde a la veraz realidad de los hechos.

Espero que para la próxima tenga una cámara donde las fotos sean prueba material como testigos de lo que puede suceder cuando uno se encuentra con un O.V.N.I., solo cuento con lo que he vivido, dos testigos y un mar de preguntas.

El ser que vivo

Hace unas horas puse en mi muro de facebook: «¡Feliz día Mamá! Hoy no tengo palabras, tengo suspiros y muchos pensamientos». Y también hace un instante en twitter el papa Francisco escribió «El amor de una madre es el combustible que hace que un ser humano logre lo imposible. Feliz día de la Madre». Pretendo acercar las dos frases a pesar de la distancia, mientras me viene a la mente lo que alguna vez hace exactamente diez años escribí para mi padre, como una necesaria frase de consuelo ante el fallecimiento del ser querido, «papá Jorge nunca es tarde para querernos más».

El tiempo vuela escucho a alguien, y yo añado, «el tiempo es como una aspiradora gigante, y la muerte está allí dentro de la bolsa esperándonos». Uno no puede estar mirando desaprensivo, la vida pasar o transitar. Uno tiene que ser leal protagonista y consecuente con uno mismo. No ser ajeno, ni triste pasajero de la vida en trance.

Nueve meses en el vientre de la madre, una breve eternidad de lazos afectivos establecidos entre la madre y el bebé. Nada se compara con la amorosa y dolorosa intensidad de la vida ni siquiera la ridícula pretensión de la muerte. Cuantas cosas habré pensado estando en el vientre de mi madre, eso de ‘pensado’ me lo permite la más risueña nostalgia de mis adentros, desde donde siempre voy y vengo como un viaje repetitivo donde las dudas, los placeres, los temores y las falsas alegrías, me son familiares.

Es la sinopsis existencial o la rigurosa biografía: nacer, crecer, vivir, y morir. Nada nos aleja de ello. Salvo lo que estuvo destinado y no fue, por diversas circunstancias que solo Dios sabe.

 Imagen

El Lector

Muchos libros he leído, así como otros muchos libros que no he leído, ya sea por factor tiempo, ganas. Me considero un autor que escribe mirando mucho los posibles gestos del lector. Y esto distrae demasiado todo lo que estoy escribiendo, hasta mostrarse como un desorden que no ayuda a leerse con claridad y lucidez el texto escrito. Procuro entonces no sumarle faltas de ortografía al texto, y escribir tranquilo, concentrado, dentro de la propia música con volumen bajo de mis pensamientos, construyendo personajes que caminen libremente dentro de la atmósfera del argumento, que se sientan como en casa, con mucha naturalidad. Pasa que si uno robotiza los personajes, no les da una buena caracterización, decaen los diálogos, el ritmo de la narración ya no es trepidante, no tiene el don de fluir como dice mi amigo Drexler, sino languidece, entonces el lector se aburrirá y su inmediata acción será cerrar el libro.

Es como un enlace, autor-obra-editor-lector, si no funciona este enlace se caen todos los estantes. Pienso que el autor tiene una obligación personal con escribir un libro por lo menos interesante, bien escrito, y no cualquier imitación de gran obra, tan promocionada en los circuitos literarios. El lector adquiere una obra y paga por su interés y curiosidad, entonces se me hace justo que no se le estafe con una obra mal editada y peor mal escrita. Cuando se abre un libro se origina una actitud pasiva, alguna interrogante o un entusiasmo contagiante. Menciono al escritor Julio Cortázar cuando usa la expresión lector-hembra que exige la participación activa del lector, es decir como si fuera un coautor. O la otra expresión de lectores cómplices como si estuvieran un pacto con la obra misma y no tanto  con el autor. Es interesante observar desde otro punto de vista que el lector existe mientras la obra respire, es decir tenga vida, porque conozco de muchos libros que a pesar de estar publicados ya están muertos al llegar a las librerías, y eso que vienen con intensa publicidad. El libro para mí es más que un objeto cultural, es una materia palpitante con ganas de ser leída muchas veces. El lector al llegar a la última página por fin quedará complacido, o en todo caso no pasará de las páginas hasta donde pueda soportarse una amarga lectura ante una obra mal escrita. Ese enlace vital: autor-obra-editor-lector es como un romance que debe estar siempre en permanente renovación.

Me (1)

Me impactan y encantan las canciones de Juan Luis Guerra tienen y contienen un efecto en mí que me impulsan a bailar y a soñar. Me adentran los sustanciales escritos del iluminado César Vallejo cuando hace de su artesanal gramática toda una poética fiesta dolorosa y pasional. Me identifico con las alucinantes visiones pictóricas de Edward Hopper y su aplastante originalidad. Me resulta gratificante y valioso leer y captar todo el variopinto talento narrativo de Claudia Piñeiro al revelarnos la profunda  impronta de su exquisita sensibilidad. Me entusiasmaba ver cuando niño al evocar a mi padrino José Carlos Mantero Aris todo un personaje argentino siendo peruano, el ché, su cantar tanguero, su don de gente y el buen vestir tan característico en él. Me sumo a los eternos honores por el Caballero de los Mares don Miguel Grau Seminario, peruano ilustre, estratega eficaz ante lo adverso, incansable protagonista y activo heroísmo que se historia inmortal cuando entramos admirados en el respetuoso y extenso mar de Grau. Me inquietan los ebrios versares de Sabina y su contagiosa chispa, todo en él se poliniza y se adjetiva. Me intimida la tímida belleza inolvidable de la recordada Marilyn Monroe. Me posterga tanta genialidad y poderoso realismo de León Tolstoi. Me cambian los faros del horizonte imaginario cuando absorbo fascinado la escritura fabuladora de García Márquez. Me llevan desde Rosario hacia otras galaxias las canciones aventureras del pianísimo y deslumbrante Fito Páez. Me voy y ya regreso para que no se agote inesperadamente lo que va a continuar…

Viaje hacia adentro

Sucede que tenía todo listo para viajar a Madrid, y no pude llegar a tiempo. En la sala de embarque esperé dos horas más. Hasta que abordé otro avión sin presentir que mi única y pesada maleta se iba a extraviar en la calurosa y simpática ciudad de Miami. Dentro de ella mi ropa, y el último libro publicado de Cleopatra Smith, lo llevaba para que me lo autografíe en la espectacular Feria del Libro de Madrid. Quedé pasmado a lo largo de estas muchas horas de vuelo. Tenía la melancólica sensación de que nunca iba a pisar tierra. Que me iba a quedar para siempre en el aire. Entonces decidí dormitar un poco para tranquilizarme. Me puse unos auriculares para escuchar música relajante del rumano Zamfir tocando magistralmente su flauta de pan. Ya llevaba un día viajando y los demás pasajeros no mostraban señal de preocupación, parece que recién empezaba el viaje. Viajar a más de veinte mil pies de altura me produce terror, pero ni modo tengo que seguir viajando, a dónde más voy a ir. Hasta que una mano fría y firme me sacó del semisueño en que me encontraba. Miré de donde venía esa mano pero no pude llegar hacia la persona dueña de esa mano, abrí más los ojos, me saqué los auriculares, y ya la mano no estaba sobre mi hombro. La señorita de ascendencia nórdica que estaba a mi lado me sonrió muy coqueta como si ella fuera la dueña de esa mano. Pasaron los días y seguía viajando, noté que los pasajeros iban disminuyendo como si se estuvieran teletransportando. Supongo que ya Madrid estaría lejísimo, peor aún el lugar desde donde partí. Me puse de pie y fui directo al baño, un pasillo de neblina me guiaba, sin presentir que alguien iba a accionar un dispositivo, se abrió el piso, y ¡zas! caigo del avión a más de veinte mil pies de altura, muerte fija gritaron los pocos pasajeros que quedaban en el avión. Y así fue, iba cayendo, cayendo, cayendo, hasta que el beso mañanero de mi hijita me despertó pero no podía abrir los ojos, luego mi mujer me besó los labios pero no podía abrirlos, estaba paralizado. Oí pasos alejándose. Una voz me susurró silabeando vi-ve. El respirador artificial era mi única arma contra la muerte sin saber que ella la estaba manipulando. Supuse que al día siguiente o días después me iba a revelar contra la misma muerte, por fin me pondría de pie, dejando atrás las agonías, un duchazo refrescante, ropa nueva y bien planchada, saldría a la calle a respirar un nuevo aire más renovado. Ir a hacer mis compras, saborear un exquisito helado, degustar mi platillo favorito, pasear por el Parque de la Reserva, pero una sensación extraña invadió mi cuerpo, algo así como un vacío interior. En esa misma cama una noche cualquiera vinieron a visitarme mi padre ido y mi madre ida, para convencerme de que me vaya con ellos, cosa que hice y no me arrepiento, definitivamente todo lo escrito aquí tiene un solo dueño: esa mano a quien nunca le pude ver el rostro.

Diluir el tiempo

Se trata de vivir de la mejor manera, pero el inexorable paso del tiempo abruma cualquier iniciativa personal. Uno siempre intenta sacudirse de una buena cantidad de obstáculos, y en ese férreo combate o se gana o se pierde, pero ojo el tiempo no se detiene sigue su curso sin distraerse, sólo la ineluctable muerte tiene el poder de hacerlo.

Porque uno está concentrado en diversas actividades que a diario te exige mucha responsabilidad y eficiencia, pero ante cualquier pretexto emocional detienes tu labor y te pones a pensar en cosas aparentemente intrascendentes, pero visto desde otra dimensión tienen el residuo de una provechosa utilidad. Ideas como visiones que la poderosa ambición proyecta, rescatándola del ninguneo fácil que da la depresiva carencia de autoestima.

El día tras día resume la consistencia del empeño o el prurito que uno le debe poner a las cosas. No doblegarse, no bajar la cabeza, empezar con las pilas bien recargadas, con el panorama limpio delante de uno, nada nublado que enturbie el paisaje cotidiano de nuestras expectativas. Puesto y rodeado de mucho cemento y escaso verde por todos lados, camino libremente por los tránsitos de la vida escuchando la armoniosa sinfonía de mis adentros, listo para el combate diario, la sublime importancia de ser mejor cada día. Por eso lo de diluir el tiempo, no estar apoltronado mirando como vienen y van las circunstancias, sino que uno tiene el deber de tener un rol activo en los fundamentos existenciales de su propia  vida. Por donde voy escucho del habla popular el ‘ya fuiste’, y uno tontamente se deja abatir o se relativiza, sin darle vuelta a las cosas.

La vida misma es un constante luchar y luchar, manejar bien nuestros propósitos, no aumentar demasiado la velocidad del pensamiento, no enrarecer nuestro lenguaje cotidiano.

Observo que los jóvenes (con excepciones) de hoy tienen muchísimo de humo y de chusma. Su insolencia es tal que desperdician la vida creyendo en eso de que ‘uno vive como le da la gana’. Sí pues. Viven tan acelerados que se confunden y se atropellan entre ellos, en ese cretino actuar de creer que están por encima de las personas.

El mejor espejo para verse reflejado es la sinceridad, sin ella no vamos hacia ningún lado. Es engañarnos, hacerle trampa a los latidos del corazón, falsear los pasos, vivir ajenamente, respirar el oxígeno del otro.

Entiendo que la vida cuando es demasiado lineal ya aburre, vivir paisajeado de sobresaltos, aventuras, atrevimientos, enriquece la perspectiva vital. Digo que no se debe pedir permiso para vivir sino entrar con todo. Sí se puede, claro que sí. Esa es la mayor convicción que uno debe escucharla y sentirla todos los días de nuestras vidas.

Vera Drake y las mujeres inglesas de la posguerra

En la Inglaterra oscura, endeudada y depresiva de la posguerra, el aborto no estaba legalizado. Ya desde 1861 se condenaban los abortos practicados antes de los primeros movimientos fetales. Tuvo que esperarse hasta 1967 para que sea legalizado. Esta Ley fue aprobada el 27 de octubre de 1967, y pudo recién ser aplicada la Abortion Act a partir del 27 de abril de 1968. En aquella época hubo no sólo una sino varias Vera Drake, tal vez no tan bondadosa como ella. En la Inglaterra de los años 50 una mujer de clase media alta con 100 libras bastaba para practicársele el aborto, en cambio una mujer pobre con apenas 2 libras caía en manos de la Vera Drake quien no cobraba por sus clandestinos servicios; sus instrumentos eran un simple jabón, un desinfectante, una toalla, un rallador, un cepillo de uñas, un enema de goma [instrumento prohibido en 1861].

Pasaron muchos años para que Londres fuera considerado el lugar oficial donde acudirían las mujeres del resto de Europa a practicarse abortos legales y seguros. La interrupción del embarazo no sólo era ilegal sino penalizado como un crimen injustificado. Después de consumado el aborto eran evidentes las repercusiones psicológicas, el miedo a que sea dañado irreparablemente el útero, el riesgo mayor de morir por una terrible infección. Desde 1967 en que fue aprobada la Ley, todos los países le otorgaban una total y absoluta protección a la vida humana desde la concepción, salvo cuando la vida de la futura madre estuviera en peligro. El aborto legalizado estaba ya permitido no desde las 28 semanas de gestación sino desde las 24 semanas por una enmienda de 1990, precisamente la Ley del aborto de 1967 fue enmendada en 1990 por la Ley HFE Act 1990 (Ley sobre Fertilización humana y embriología de 1990). Teniéndose en cuenta que desde la octava semana el embrión pasa a denominarse feto, y a las 11 semanas el bebé ya está completamente formado y tiene el tamaño de un higo, midiendo aproximadamente 4 centímetros y pesando 7 gramos, su piel es casi transparente, que se le pueden ver  sus venas.

Precisamente Mike Leigh, director de cine, de nacionalidad inglesa, sus raíces vienen desde una familia judía inmigrante, su verdadero nombre es Mike Lieberman, realizó una película sobre este polémico tema titulado «El secreto de Vera Drake», fue estrenada el 22 de octubre del 2004, la historia de una mujer casada, de clase media pobre, a inicios de los años 50, que trabaja como limpiadora en casas de gente rica, y que después de las cinco de la tarde se dedica en cuerpo y alma a practicar el aborto.  «Su secreto la condena», esto tiene validez desde el desenlace de un aborto a una chica que tiene que ser hospitalizada en estado grave por complicaciones abortivas, entra en el escenario de los hechos la Policía quien la va a buscar a su casa para interrogarla por este acto criminal:

-¿Queremos hablar con la señora Drake?

 En el momento que se celebraba el compromiso matrimonial de su hija Ethel y de Reg su futuro yerno, el mundo de Vera Drake empieza a desmoronarse.

«La historia de una mujer que lo sacrificó todo por aquello en lo que creía, que sintió compasión por estas chicas jóvenes que no tenían a quien recurrir cuando se enfrentaban con un embarazo no deseado».

La mujer

Salí del Renault recién comprado, no era muy tarde, apagué la televisión, dejé en el sillón varias revistas, y mi maletín de color granate, mi mujer aparentemente cansada se había quedado dormida, la levanté con cuidado, la llevé a nuestra habitación, porque no tengo actitudes machistas ni conductas psicopáticas para maltratarla y someterla.  Mi mujer pesa 52 kilos, de 155 centímetros de estatura, ojos verdes, cabello castaño, piel muy suave y una mirada muy fija. Besa muy rico pero nunca me dice nada, ese es nuestro primer impasse. Tengo que comprender que es de fabricación sintética, dignas del último invento «high-tech», en la cama es una muñeca sexual hecha a mis expectativas.

Pero me engaño, no hay como una verdadera mujer  que se sepa querer a sí misma, yo valoro su gran inteligencia, su sensibilidad sin hacerla extrema, y también resalto sus defectos y virtudes, su perfecta anatomía, el tener un esqueleto bien constituido por calcificados 206 huesos, precisamente sus sensuales movimientos que le proporcionan sus 650 músculos individuales bien fijados al esqueleto, unos senos aceptables, nada de siliconas, un clítoris que mida 13 centímetros y no esté tan oculto, un ombligo bien delineado, unas piernas largas sin várices, una sonrisa legítima y en lo posible sin caries, unos brazos sin vellosidad y sin tatuajes, unos labios carnosos como Angelina Jolie, pero eso sí nada de piercing, no necesita teñirse el cabello, porque eso le puede producir una reacción alérgica, y luego un terrible estado comatoso.

Como nos dice la canción del catalán Joan Manuel Serrat « La mujer que yo quiero, me ató a su yunta, para sembrar la tierra de punta a punta, de un amor que nos habla con voz de sabio, y tiene de mujer, la piel y los labios», pero no comparto lo de Francisco Umbral cuando dice en actitud misógina, «A uno la violación le parece el estado natural/sexual del hombre. La hembra violada parece que tiene otro sabor, como la liebre de monte. Nosotros ya sólo gozamos mujeres de piscifactoría».

Nunca olvidemos que estuvimos en el vientre materno durante aproximadamente nueve meses, de allí me surge la idea o asociación del parto/partir del recién nacido para completar toda la evolución de la especie humana. La mujer no necesita de un «Día internacional de la mujer» ni de sospechosos «concursos de belleza», ni de «competencias de alto riesgo». La mujer en pleno siglo XXI debe ser valorada en toda su exacta dimensión de ser humano, y no ser tratada como una animal yendo al matadero para ser sacrificada una vez más, pero desgraciadamente las estadísticas oficiales no mienten, y se la sigue maltratando, asesinando, ¿hasta cuándo? Realmente vivimos en la hipócrita dicotomía civilización y barbarie. El presente y futuro de la valorización de la mujer tiene muchísimos nubarrones, incontables espejos rotos, cunas ensangrentadas, gritos silenciados, infinidad de cuerpos de mujeres hundidos en la tierra más cómplice e infernal.