Siempre trato de levantarme temprano, y cuando tengo que madrugar me despierto temprano: es decir no duermo nada. En estas circunstancias busco salir de casa para re-oxigenarme, el tema es que llego con tanto oxigeno que luego me quedo dormido en mi sillón favorito: modelo pata de cuchara.
Eso de recuperar las horas perdidas no es cuento es descuento.
Recibí la urgente nota por parte de una amiga uruguaya de colaborar con un poema, pero decidí enviarlo a un concurso que posteriormente no gané y sospecho que ni lo leyeron, no necesito de mucho espacio para decirles que me arrepiento. Aquí el poema titulado «Desde que tengo memoria»:
Desde que tengo memoria
siempre fue lo mismo
va viene sucede nunca está
la filosofía umbilical los gestos de mi madre
donde se hizo mi destino nervioso y consistente
las durezas sonrientes de mi extraordinario papá
bautizado libre y encadenado a la vez
articulado los huesos frágiles la sangre inquieta
y mucha lluvia debajo de los pies
asomar por la ventana de la vida
se abre el recorrido del primer amanecer
mi pequeñito mundo la juguetona vejez de girar y gritar
urbano transitar de esos muchos zapatos el desgastar
buscando desayunar algo
cenar la rabiosa intranquilidad por un día cerrado
las ayudas destinatarias nunca llegan
no exagero nunca si digo que me quiero comer
todo lo que tenga sabor a verdad
diferente la música distinta
de quien la oye cuesta abajo
desviando las tristes interferencias del fracaso
bailo pegado a mi mismo
adelanto pasos caigo hacia atrás
un soplo de endiablados ritmos me quita proximidad
negándome el imprescindible acto
de acercarme un poquito más
culpable de distancias ruego
dejarme desabotonar mis espacios
acomodarme con sutileza y tocar
todos los rostros de mis años vividos
a ver si alguna me regala una amplia sonrisa
que tenga sana relación con la felicidad
saber que la historia no acontece
desde el cero ni con muchas cruces
supongo que Él fue el único que se atrevió
dicho así somos el origen explosivo de un antiguo atrevimiento
la cansada estadística de la sobrepoblación
lo confirma la locura el abuso y la mediocridad
la impoluta desvergüenza de una modernidad pobre y descarada
dicho todo esto me pongo la graciosa subjetividad de una máscara
y así sucesivamente incontables máscaras pasan ante mis ojos
el desfile gratuito de mezclarme con todos ellos
la picante impotencia de no saber quien es cual
la andrajosa reunión de los pelos parados de punta
vaya usted a saber si es cierta tanta realidad
Pasaron los días, y me olvidé del poema en mención. Estuve ocupado en otras cosas, y leyendo autores que ya tenía apuntados en mi cuaderno azul, que por cierto tengo de varios colores según los tópicos menos el de color blanco. No suelo subrayar los libros, muy rara vez lo hago, las frases que me interesen los transcribo en Word, y pongo la fecha.
Hasta que una densa noche (las nueve) me quedé dormido con un libro entre mis manos. Desperté horas antes del amanecer, con una imagen fija como si estuviera en el centro vulnerable de mi pensamiento. Esa imagen no corresponde a mi realidad, y lo que me preocupa es que se está haciendo realidad, está tratando de llamar mi atención, y yo ingreso por los contornos para evitarla. Ahora esa imagen escandalosamente se alarga y quiere ocupar todos los espacios del tiempo que he vivido. Pongo música para bailar aunque sea pegado a mi mismo, y de repente la luz fue cayendo como un cuchillo hasta atravesar el piso y todo se volvió oscuridad, adelanto pasos y caigo hacia atrás, en ese instante me levanta un presentimiento.
Desde que tengo memoria el agua y la oscuridad fueron mis compañeros elementos de subsistencia. El agua de mis primeros años siempre mantuvo su brillo porque era un niño curioso con ganas de aprender y también de no hacer caso. Ahora que tengo un poco más de estatura, y más años, veo todo más lejano como si estuviera retrocediendo. Eso a mi doctora no le preocupa, a excepción de conservar un aspecto saludable con mejor ritmo vital y menos carencias.
No puedo ocultar que digo cosas que no debo decir, ya sea en verso libre o en prosa. Respiro bien en verso libre, y camino despacio con mucho cuidado a través de la prosa. Me enseñaron a creer pocas veces, y dentro de esa geografía personal lo comprimido resulta necesario.